Lucy Kellaway

Quiero subirme de nuevo a mi bicicleta a pesar del peligro

Por: Lucy Kellaway | Publicado: Lunes 2 de mayo de 2016 a las 04:00 hrs.
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Después de escribir la semana pasada sobre mi último accidente en bicicleta recibí una larga lista de correos.

La mitad de los mensajes venía de gente bien intencionada diciéndome que era una locura andar en bicicleta en Londres e instándome a aprender mi lección. La otra mitad venía de gente igualmente bien intencionada que escribía: ¡qué mala suerte! Espero que pronto estés de nuevo sobre la bicicleta. Como resultado tengo que encarar un asunto que generalmente ignoro: ¿Debería colgar mi casco permanentemente? ¿Y en ese caso, cómo se supone que llegue al trabajo?

En las últimas semanas he experimentado con diferentes formas de cubrir las cuatro millas entre mi casa al este de Londres y mi oficina en Financial Times en Southwark por metro, tren, Uber, a pie, bus y una combinación de varios.

También he estudiado la información disponible, la cual no es muy alentadora. Un largo viaje al trabajo puede dejar al pasajero enojado, deprimido, propenso a sufrir infartos y trastornos musculares y lumbares.

Según Google Maps existen varias opciones para mi viaje a la hora de máximo tráfico, desde 31 minutos (en bicicleta) hasta 88. Después de la bicicleta y el automóvil —que no es factible porque no tengo estacionamiento en la oficina—, Uber es la opción más rápida.

Así que el primer día pedí un auto que llegó a mi puerta en tres minutos, y me acomodé en el asiento llena de optimismo. Unos 20 minutos más tarde, en medio del tráfico atestado de Hackney Road, ya no me sentía así. Después de 47 minutos llegué al trabajo con 16,53 libras menos, estresada y ligeramente mareada tras haber cometido el error de tratar de leer mis correos electrónicos en el asiento trasero de un Toyota Prius.

Recurriendo al transporte público, la ruta más rápida que recomienda mi móvil es tomar un bus hasta Old Street donde me uní a las otras 3,7 millones de personas que usan el metro para llegar al trabajo. Me subí a un tren en dirección sur en un espacio tan minúsculo que no había manera de mirar mi teléfono, mucho menos leer un periódico.

Cómo soportan ustedes esto, quería gritarle al carro atestado. En vez, miré sus caras impasibles. Lo soportan porque no tienen más remedio. El viaje completo tomó 51 minutos, pero parecía aún más largo, ya que cambiar de un modo de transporte a otro dificulta hacer el viaje en piloto automático, que es la única forma de soportarlo.

Después probé el tren “de superficie”, que requería una caminata en ambas puntas. Estaba un poco menos abarrotado y no había que bjar 60 pies hacia las entrañas de la tierra. Pero el zoológico humano en la estación de Liverpool Street a la hora peak es deprimente y los trenes no son muy frecuentes. Camino a casa me perdí uno, y los diez minutos que tuve que esperar me angustiaron mucho más de lo debido.

Al día siguiente tomé el bus número 48 todo el camino y me senté en el piso superior al frente, leí el periódico, despaché algunos correos y miré por la ventana, admirando primero el Gherkin y después el Shard. Sin embargo, cuando llegué al trabajo 62 minutos y 23 paradas más tarde, me sentí más como una vieja jubilada en una jornada de vacaciones que una entusiasta periodista lista para trabajar.

Lo único que me quedaba era caminar. Salí de casa una hermosa mañana soleada y llegué al trabajo 83 minutos después, sintiéndome satisfecha conmigo misma y llena de alegría primaveral. Sin embargo, al atardecer ya había perdido el ánimo, y me resigné a volver a casa en tren. Si no tuviera otra cosa que hacer con mi vida, podría estar dispuesta a pasar tres horas caminando en Londres de punta a punta todos los días, pero resulta que sí tengo cosas que hacer.

Lo cual sólo me deja la bicicleta, que es por mucho la forma más agradable y barata de llegar al trabajo.

Es verdad que el ciclismo es el peor viaje para el peinado y contribuye al estado general de desaliño los 106 días que llueve en la capital. No obstante, sólo en bicicleta puedes llegar en el perfecto estado mental para trabajar: con los sentidos alertas por haber esquivado camiones y sintiéndote totalmente viva.

Ay, pero sentirte viva mientras pasas rápidamente por el tráfico puede resultar en lo opuesto de estar viva. Y eso es lo que me llena de pavor. Las muertes de ciclistas en Londres están decayendo — especialmente por viaje — pero más de una docena de ciclistas mueren cada año y como 400 sufren heridas serias.

Yo sé cómo evitar puertas de automóviles y camiones que viran a la izquierda. Uso todo el equipo de seguridad. Y aun así he sufrido tres accidentes que han requerido visita al hospital en diez años, cada uno diferente. ¿Significa que soy de riesgo alto? No sé la respuesta exacta, pero me temo que no es buena.

Pero al fin y al cabo cualquier evaluación fría de riesgo no da en el clavo. Mientras más sufro las vicisitudes de los modos alternativos de llegar de A a B, es más probable que deje de preguntarme si es una locura andar en bicicleta en Londres y vuelva a montarme en ella, tan pronto como el médico me lo permita.

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